domingo, 10 de enero de 2010

Network (1976) - El poder de los medios masivos

Network (1976) es una película cuyo libro no tiene nada que envidiarle a “1984” de George Orwell o a “Un mundo feliz” de Aldous Huxley.

Un periodista del noticiero vespertino (Peter Flinch) que llega al ocaso de su carrera, decide suicidarse en cámara. Las incesantes transacciones comerciales entre grandes grupos de poder que compran y venden cadenas televisivas lo ha dejado sin trabajo y sin motivos para seguir viviendo.

Sin embargo, mediante la intervención de su amigo (W. Holden) y de una ambiciosa jefa de programación (F. Dunaway) encuentra un nuevo lugar como una especie de Mesías mediático.



El film fue ganador de cuatro premios Óscar, entre ellos mejor actor y actriz para Flinch y Dunaway.

Ya han pasado más de 30 años de la realización de esta cinta y su actualidad parece reforzarse cada día a la luz de los nuevos adelantos en materia de medios de comunicación. Consideremos que en la época en que fue filmada Network no existían ni los teléfonos celulares, ni la PC, ni Internet y todos sus derivados.

Otro visionario de época, Marshall McLuhan ya prenunciaba en desarrollo que tendrían los medios masivos de comunicación dando forma a su hoy ya conocido concepto de “aldea global”.

McLuhan anticipó por décadas la influencia y capacidad de manipulación de los medios de comunicación masivos. A tal punto era su convencimiento que se dice pidió a su hijo que impidiera a sus nietos el mirar televisión.

El concepto de McLuhan “el mensaje es el medio” apunta a que el medio mismo toma el lugar del “mensaje” , de modo que el “contenido” pasa a funcionar como un mero soporte. La intención primaria de los medios no es transmitir un mensaje, sino simplemente el hecho de la “mediatización”.

Ejemplos de esto podemos verlos por doquier principalmente en la televisión. Programas sin verdadero contenido, toman cuenta de horarios centrales en la programación y despuntan altos índices de rating. Es el caso de los programas de chimentos y aquellos realizados con recortes de otros programas, multiplicando ad infinitum el proceso de iteración necesario para que la “mediatización” tenga lugar.

La llegada de Internet produjo otro momento de revolución mediática. Al hacer disponible un medio de comunicación a prácticamente cualquier persona capaz de operar una PC, se produce una verdadera socialización de los medios audiovisuales de comunicación.

En términos de McLuhan, la Internet sería un medio de poca definición con un máximo de participación del usuario. Bajo cierta perspectiva, es opuesto a la televisión dado que Internet demanda una cierto monto de actividad por parte del usuario (operar la PC, etc.) , y permite su participación directa, algo que no es posible con la Televisión, frente a la cual el consumidor es básicamente pasivo.

Además Internet privilegia mucho más el “contenido” que la estética. Por este motivo los sitios con mayor sencillez de diseño y alto manejo de contenidos son mucho más accedidos que otros realizados con tecnologías visuales avanzadas.

En apariencia, o al menos por ahora, Internet permite una cierta libertad al usuario dándole opción de visualizar los sitios de su preferencia, la posibilidad de publicar textos, imágenes, videos, de transmitir audio y video directamente y por supuesto de intercambiar libremente informaciones.

Luego es muy lógico que Internet se encuentre de repente en la mira de la sospecha para los grupos de la elite del poder, al extremo de constituir para Jay Rockefeller (senador de EE.UU.) un asunto de seguridad, legitimado en la existencia de un llamado Cyberterrorismo, llegando a expresar que “sería mejor que Internet nunca hubiese existido”.

Ciertamente contra esta voz se levantarán al unísono los millones que utilizan la red a cada instante. Aunque probablemente esta multitudinaria voz, cuando escuchada de lejos suene más bien parecida a un barullo informe.

En junio de 2009, un individuo de 88 años llamado James Von Brunn, entró en el Museo Nacional del Holocausto, en Washington y le disparó a un guardia causándole la muerte. Fue luego reducido y posteriormente encarcelado. El 6 de enero de 2010, fallece en prisión.

El asunto con Von Brunn es que aparentemente era un activista por la supremacía blanca, negaba el holocausto, y ya había tenido anteriormente una serie de problemas con la justicia. Mantenía algunos sitios en Internet donde denunciaba diversas conspiraciones e incluso era un colaborador de Wikipedia.

Poco después del incidente, ya no era posible rastrear prácticamente ningún contenido publicado por Von Brunn en Internet. Sus sitios, que tenían según parece un cierto número de seguidores, fueron cancelados y lo más sorprendente: su biografía en Wikipedia fue eliminada invocando “hate language” por los administradores de la enciclopedia.

Tampoco los demás sitios mantenidos por Von Brunn pueden ser encontrados. Por supuesto, un caso aislado de eliminación de contenidos no constituye una tendencia del mismo modo que eliminar un libro no es una quema de libros. Una semilla tampoco es un árbol.

Recuerdo cuando Noam Chomsky en 1979, a propósito del escándalo Faurisson (quien había publicado un libro que negaba el Holocausto) firmó una petición para que se garantizara el derecho a la libertad de expresión; siendo el mismo Chomsky absolutamente contrario al genocidio y al régimen nazi.

Para Chomksy, la posibilidad de crítica y fundamentalmente la libertad de expresión constituyen por si solas el bien más importante a perseguir, y no tanto las posturas que son representadas, las cuales – como es bien sabido – tienden a cambiar con el historia.

Pero volviendo a Network, lo que le sucede al personaje principal - el presentador de noticias encarnado por Flinch - es que comienza como el revelador de una conspiración de grandes compañías, pero es finalmente absorbido por los mismos vórtices de dominación que antes combatía, convirtiéndose en su voz frente a la audiencia.

Lo que tenemos aquí es el caso en que el mensaje cambia, pero el medio permanece inalterado. Aún a despecho de las pérdidas que comienza económicas que comienza a generar su programa, el poder por detrás de la cadena noticiosa ordena a los directivos del canal que lo mantengan en el aire.

Marshall McLuhan sostenía que frente a los rápidos cambios que imponen la evolución de los medios de comunicación, el efecto que se produce es como si manejáramos un auto mirando por el espejo retrovisor, esto es, aplicamos conceptos antiguos para un paradigma completamente nuevo.





Tradicionalmente pensamos que cuando los detentores del poder desean llevar la ideología para el lado de su conveniencia, lo que hacen es simplemente silenciar la oposición, o en su defecto descalificarla.

Pero si examinamos un poco la información circundante, nos damos cuenta que actualmente el mecanismo ya no funciona de ese modo. El contraste ideológico de los años 60 ahora aparece desdibujado, lo cual no significa que se haya acabado la ideología o que vivamos en un mundo post-ideológico, como pretenden algunos.


Un efecto directo de la tecnología es la pasividad. Últimamente han aparecido cámaras fotográficas que detectan la sonrisa e incluso son capaces de identificar el rostro de las personas que están siendo fotografiadas. Sólo resta que la propia máquina sea quien además de tomarlas, mire ella misma las fotos. El sujeto queda completamente pasivizado frente a actividades pequeñas y cotidianas, cuyo ejercicio resultaba antes placentero y voluntario.

Sobre éste fondo de pasividad y apatía, Chomsky distingue cuatro elementos que dan forma a la manera particular en que vemos el mundo y determinan las coordenadas de lo que llamamos moral: lo bello, lo bueno, lo justo y lo verdadero. Estos conceptos morales son moldeados constantemente por los medios de comunicación masiva.

No se puede negar que los tiempos cambian. Filósofos, científicos, economistas, etc. buscan interpretar constantemente las nuevas realidades. Pero si raspamos un poco la superficie de las cosas, nos daremos cuenta que el núcleo de todo problema humano descansa sobre la cuestión moral y cualquier modificación basada en la libertad del individuo, requiere a priori romper con la pasividad subjetiva.

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