miércoles, 24 de septiembre de 2008

Trastornos Alimentarios

Segmento del programa La Liga, sobre trastornos alimentarios, bulímia, obesidad, etc.

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lunes, 22 de septiembre de 2008

Escrito en el Cuerpo

Hace unos cuantos años, hablar de tatuarse era cosa de marginal. Solamente los presos se hacían tatuajes, los marineros de alta mar, y gente así.

Ahora casi todos mis amigos y amigas son dueños de uno o más tatuajes sobre su cuerpo., eso sin contar los piercings en cejas, lenguas y ombligos.

Al menos en Argentina, a partir de la década del 90, el uso de tatuajes y otros medios de marcación física han ido popularizando.

Sin embargo, si nos ponemos a pensar un poco veremos que el uso de ciertos elementos sobre el cuerpo es aceptado en nuestro medio social desde hace varias generaciones sin ningún tipo de cuestionamientos. Tal es el caso de las perforaciones en las orejas en las bebés recién nacidas, con el objeto de que porten aros o pendientes, señal inequívoca de su sexo.

También podríamos extender el concepto al uso de alianzas en los dedos para significar un enlace, collares y otros diversos adornos a los cuales, en virtud de su consagración por el uso, ya nadie les presta mayor atención.

Digamos que siempre ha existido algún medio de diferenciación en nuestra cultura. La pregunta es por qué ahora se ha popularizado tanto? Por qué tanta gente elige voluntariamente marcarse el cuerpo, perforarlo, cortarlo, punzarlo... Es simplemente una moda adolescente que, al escoger una forma indeleble de expresión, deja una persistencia en la carne que sobrevive aún después de desaparecer el inicial interés. O se trata de un síntoma social, la evidencia de algún proceso patológico de nuestro tiempo?

Yo me inclinaría más a pensar el tema desde la perspectiva de un cambio en la subjetividad general. Desde el momento en que el tatuaje tiene como condición su imborrabilidad, es donde gana significación. Su permanencia es la característica que lo hace interesante para el sujeto de nuestra época. Haya visto sino el poco éxito que tienen los tatuajes temporarios, hermanos exíguos de los otros, los verdaderos tatoos destinados a durar.

Este cambio en la subjetividad está ciertamente relacionado con la virtualización. El cuerpo es una imagen. Y esta imagen se ha transformado.

Si uno hace el ejercicio de de mirar una fotografía antigua - digamos del siglo XIX, en seguida se tiene una sensación de extrañeza y uno piensa, como diría Borges: "Ya no hay caras así".


Más alla de los procesos químicos involucrados en el proceso fotográfico tradicional, (y que podrían analogarse a los procesos de digitalización actuales) allí estaba antes el papel, para dar testimonio de la corporeidad de una imagen. En nuestra cultura tecnológica, las imágenes ya no tienen esa corporeidad.

El impacto de una imagen era tal que incluso los indígenas de América pensaban que en virtud de la magia de la fotografía, ellos mismos quedarían desprovistos de su alma, por cuanto la consideraban algo demoníaco. Y tenían razón.

La virtualidad ha cambiado el paradigma subjetivo de la dicotomía alma/cuerpo. Hoy no es posible ya pensar en los términos tradicionales. El límite de la virtualidad se ha corrido y su frontera se ha ido paulatinamente desdibujando.

La individualidad, o la pertenencia a un grupo estaba tradicionalmente asociada a los tatuajes. Quizá esa es la característica de los tatuajes que hoy más se rescata. Es como si de alguna manera esa marca hecha en la piel, de manera más o menos indeleble, pudiera identificar en lo Real del cuerpo, algo que se ha desdibujado en lo Imaginario, tornándose así una forma de re-establecer las coordenadas que fijan al sujeto a la trama simbólica.

Me vienen a la memoria dos films muy interesantes sobre el tema de las marcas en el cuerpo.


La Mujer Tatuada


El primero es un film japonés, Irezumi (1982) (La Mujer Tatuada, título en castellano) . El título significa simplemente "tatuaje". La historia se desarrolla más o menos así: Akane es una joven que tiene un amante, el cual como prueba de amor le solicita que se realice un elaborado tatuaje en toda su espalda. El maestro tatuador, Kyogoro, le hará el dibujo pero recurriendo a una particular técnica: su asistente Harutsune se echa de espaldas y ella deberá tener sexo con el mientras el maestro realiza su trabajo.

Es necesario considerar que tradicionalmente en Japón los tatuajes eran sinónimo de pertenencia a la Yakuza, la mafia. En el caso del film, podríamos leerlo como un acto de sometimiento de la mujer a su amante. Obviamente la cinta explora la transformación de Akane por este singular método. Su cambio de posición subjetiva que desemboca en la ruptura de la relación con su amante simultáneamente a la conclusión de la realización del tatuaje.



The Pillow Book

Otro interesante film sobre la escritura en el cuerpo es The Pillow Book (1997) de Peter Greenaway (El vientre de un arquitecto, El cocinero, el ladrón, la mujer y su amante). En esta cinta, también con aire oriental, Greenaway explora el libro de Sei Shonagon del mismo nombre (Makura no Shoshi en japonés), una cortesana japonesa que vivió cerca del año 1000. El libro original de Shonagon era una serie de compilaciones no sistematizadas, parecidas a listas, poemas, pensamientos, eventos interesantes, etc.



The Pillow Book-movie trailer(1996)


Ya la película de Greenaway cuenta la historia de Nagiko (interpretada por la bella Vivian Wu) quien encuentra una manera de vengar a su padre (Ken Ogata), un escritor. Ella envia una serie de libros al que fuera su editor, y a quien hace responsable de la corrupción y muerte de su padre. La particularidad es es que todos los textos están escritos sobre un cuerpo viviente. El décimo tercer volumen, el Libro de la Muerte, es enviado escrito sobre el cuerpo de un luchador de Sumo. El texto revela la identidad de la Nagiko, luego de lo cual el editor encuentra la muerte a manos del guerrero.

Este interesante trabajo de Greenaway da ocasión de múltiples lecturas, tanto culturales como psicológicas. Los textos son literalmente "escritos en el cuerpo" y recrean el acto original del padre de Nagiko, que caligrafiaba jugando sobre su rostro cuando ella erá aún una niña.

En el film se presenta la hipótesis no de marcas aisladas en el cuerpo infantil, las cuales funcionan en la vida adulta como anclas significantes, sino la inscripción de un texto completo compuesto por listas, pensamientos y elementos aparentemente discretos (The Pillow Book), pero que cobran al final un sentido retroactivo, que coincide con la muerte del perverso editor.

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