sábado, 12 de julio de 2008

El fin de los tiempos

El último feriado aproveché para hacer algo que no hacía hace tiempo y fui al cine. Llegué mas o menos sobre la hora sin haber elegido un película previamente, así que me dejé llevar por el título y saqué entradas para “El fin de los tiempos”.

Entre a la sala y a poco de comenzar el film me di cuenta de que estaba en la mejor situación que uno puede estar cuando va a ver este tipo de films, esto es rodeado por una gran cantidad de perfectos idiotas.

Conforme iban avanzando las escenas se escuchaban exclamaciones por toda la sala, que luego se iban transformando en risas nerviosas, chistes y vociferaciones de toda especie.

El film se monta sobre la archi-conocida fórmula de la catástrofe masiva, y es la saga de una pareja para huir, buscar un lugar seguro y así salvar sus vidas.

La diferencia, quizás notable, en esta película, es que la “plaga” que se cierne sobre los habitantes de Estados Unidos, es un tipo de toxina que causa que los infectados se suiciden sin más ni menos.

Fuera de un par de escenas bizarras, como la del zoológico, en la que uno de los infectos suicidas decide poner fin a su existencia con la ayuda de unos leones, la cinta logra mantener en vilo a los espectadores por causa de esta confrontación directa con lo irreductible de la muerte.

Nótese que ya es de lo más habitual ver la muerte en el arte cinematográfico. Pero lo común es que la muerte sea algo que le acontece a otros. El héroe en general logra mantener una cierta distancia subjetiva en relación a los acontecimientos. En “El fin de los tiempos” esa distancia se acorta peligrosamente. La sensación es que no hay nada que se pueda hacer para detener ese fin de los tiempos. De ahí las permanentes exclamaciones de los espectadores, como una forma de evacuar algo de la angustia que provoca la visión de este nivel de catástrofe.

Por otro lado, en un análisis más detenido, lo que se puede hacer es separar las dos historias de la película. Por un lado la incógnita de lo traumático que está ocurriendo, todas las personas se hieren a sí mismas y provocan su propia muerte, y por otra parte, la historia de la pareja que trata de salvarse.

Él es un profesor de secundaria, trata con lógica de interpretar los hechos y buscar una respuesta por deducción científica para lograr permanecer a salvo. Su mujer le oculta a su vez un secreto, y es que se ha ido a comer “un postre” con un amigo a sus espaldas. En el transcurso de la huída, ella le revelará el secreto de ésta su infidelidad “naif”. (y es también interesante contrastar lo inocente de los personajes con la terrible experiencia que se manifiesta fuera de ellos).

Ahora bien, la trama real de la película es ésta: una pareja en la cual el muchacho está enamorado de la chica y la chica es una histérica que todavía no sabe bien lo que quiere (un amigo cuenta como la vio llorando el día de su casamiento, porque no estaba preparada, etc. ) Luego ella busca su propia respuesta y acepta la invitación de un hombre para comer un postre. Más tarde este hecho se lo revela al marido, en pleno escape de la plaga, y todo dependerá de que él pueda mantener en la relación la convicción sobre su amor por ella, o sea: hacer lugar a este vaivén histérico de la mujer y poder de éste modo establecer la relación sobre otros ejes.

El doblez en la historia de la pareja hace un contrapunto con lo incognoscible que resulta la plaga que obliga a quien la padece a suicidarse. Se dan en el film diferentes explicaciones: primero que es un ataque terrorista, un arma biológica, hasta que se percatan que las plantas son las que generan una neurotoxina mortal. Pero el misterio permanece en pie, ya que aún conociéndose el motivo formal, no es posible averiguar qué es lo que lleva a las plantas a generar la tal toxina.

Entonces, podemos preguntarnos sobre el origen de lo que resulta tan traumático en el film: y la respuesta hay que buscarla no en la causa – la toxina, los terroristas, las plantas, etc. – sino en la forma misma de la estructura que presenta en su núcleo más íntimo esta fractura insoluble, esta barradura irreductibe, que es lo real que emerge perforando la trama simbólica.

Podemos comparar el film con otros del estilo catastrófico – quizá el modelo más estilizado sea el de “Los Pájaros” de Hitchcock, pero también Jurasic Park, La Guerra de los mundos y otros por el estilo. Lo que tienen en común estas historias es su doble trama. En Los Pájaros, la historia de un hombre que no puede abandonar a su madre en favor de su deseo por una mujer. En Jurasic Park y en La guerra de los Mundos, la saga de un hombre por dar cuenta y prueba de su posición de padre. En “El fin de los tiempos”, lo interesante es que no hay ataque por parte de los que resultan afectados por la enfermedad (al estilo de “La noche de los muertos vivos” de George Romero, donde los zombis se vuelven contra los “normales”), sino que la paranoia aquí confronta a los personajes con su propia pulsión de aniquilación.

El punto nodal de la historia se da cuando ambos protagonistas deciden permanecer juntos a pesar de la posibilidad de la muerte. Él toma la resolución, sale al exterior y camina sobre la hierba mortífera. El viento transporta la invisible toxina. Ella lo imita. Se encuentras ambos amantes y.... milagro, nada les ocurre. El peligro ha cesado.

La resolución del film es el embarazo de la protagonista en las escenas finales. Desde una perspectiva sexual, podríamos leerlo como el pasaje de la sentencia lacaniana “no hay relación sexual” a un estado donde quizá fuese posible, pero solamente a condición de un reposicionamiento en relación a este núcleo traumático, que queda siempre desconocido y por fuera de la simbolización.



El Fin De Los Tiempos [The Happening] - Trailer

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